La Sociedad Chilena de Filosofía Jurídica y Social despide con tristeza a uno de sus fundadores, nuestro querido socio Antonio Bascuñán Valdés, hijo del profesor e internacionalmente reconocido historiador del derecho, Aníbal Bascuñán Valdés. Brillante profesor de la Universidad de Chile por cuarenta y cinco años, Antonio Bascuñán Valdés sembró la curiosidad y el amor por la Filosofía del Derecho en varios de quienes hoy cultivamos ese campo, impulsados por el recuerdo de su capacidad de articular, aun en tiempos oscuros, una comunidad creativa de aprendizaje activo y discusión crítica con su amplio grupo de ayudantes. Esa profunda vocación de hacer universidad en el sentido más pleno de la palabra lo llevó a ser Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile en dos períodos, el primero entre 1974 y 1976 y el segundo entre 1998 y 2002, y en ambos impulsó reformas que abrieron los estudios de derecho al aporte de otras perspectivas.
En el interludio, cuando la Filosofía y las Ciencias Sociales se volvieron sospechosas en las escuelas de Derecho, colaboró muy de cerca con Agustín Squella en el proyecto de crear nuestra Sociedad, de cuyo Directorio fue parte -además de inolvidable anfitrión de sus sesiones- por más de treinta años. Contribuyó desde allí en forma constante a dar vida a las actividades de la Sociedad y a la publicación del Anuario de Filosofía Jurídica y Social. Los trabajos de su autoría que ahí se encuentran, así como sus otros escritos y los materiales de estudio que elaboró para los cursos que impartía, vuelven a relevar su pasión por la enseñanza universitaria, su mirada amplia del derecho y algunos de los temas a los que prestó especial atención durante su vida académica, como la ética de la profesión jurídica y la teoría kelseniana del derecho.
Con este último interés se relaciona una anécdota que forma parte de la memoria colectiva de la Filosofía Jurídica chilena y que revela bien el talante y la importancia de la figura de Antonio Bascuñán Valdés. Se trata de la visita que bajo su impulso y coordinación como joven profesor realizó, en 1967, un pequeño grupo de estudiantes chilenos de Derecho a Hans Kelsen en su casa de Berkeley, California, en el marco de un programa de intercambio que los llevaba a recorrer varios centros universitarios en Estados Unidos. Agustín Squella, que era uno de esos estudiantes, recuerda ese viaje y la impresión que le produjo “la reverencia con que don Antonio tomó en sus manos las páginas manuscritas que Kelsen le alargó en un momento de la conversación, diciéndole que se trataba de unas notas sobre lógica jurídica, y que podía examinarlas si quería”. Podemos imaginar hoy ese momento y la emoción que debe haberlo rodeado y podemos ponernos en el lugar de esos estudiantes y admirar y agradecer con ellos el esfuerzo de Antonio Bascuñán Valdés por abrir sin estridencia tantas mentes y corazones a la potencia de la reflexión y la vida académica compartida. Su huella tendrá, sin duda, larga vida.